Es muy difícil hablar de un libro tan corto y que llena tanto.
La danza del gohut tiene poco más de cien páginas y, aun así, te llega al fondo del alma.
Es un grimdark sin sangre, pero que duele igual.
La historia parte de Leara, una tutora universitaria en la ciudad de Tiuma, donde ser mujer y enseñar ya es, de por sí, algo raro. Su fama no se debe solo a su talento, sino también a su empatía: enseña a leer no solo a quien puede pagar, sino también a los reos.
Esa pequeña insurrección personal es lo que llama la atención del Plenipotenciario, quien la convoca a su mansión con una propuesta imposible.
Su hijo, Gerrin, desapareció hace cuatro años y fue dado por muerto.
Ahora ha regresado, pero su mente está rota. Vive encerrado, convencido de que ya no es humano, sino un gohut: una de las criaturas contra las que su pueblo libra una guerra constante.
El padre le promete a Leara que, si consigue devolverle la cordura, la nombrará catedrática.
Con ese punto de partida, Ferran Varela construye una historia contenida, íntima y profundamente simbólica.
El libro transcurre en un entorno cerrado, donde cada diálogo entre Gerrin y Leara se convierte en una batalla silenciosa entre razón y locura, civilización y barbarie, libertad y sumisión.
Los pocos personajes secundarios que aparecen son reflejos de esa sociedad que juzga, que teme, que controla; ecos del mismo sistema que oprime tanto a los gohut como a quienes intentan pensar distinto.
La lectura es tensa y reflexiva. Nunca tenemos del todo claro dónde está la locura y dónde la lucidez.
Y eso, precisamente, es lo que lo hace tan poderoso: Varela no te da respuestas, solo espejos.
La política, la identidad y la idea de libertad están presentes en cada página.
Y ya sabéis que no hay cosa que a mí me llene más que un libro que hable de rebelión y libertad.
A La danza del gohut no le sobra ni le falta una sola palabra.
Está perfecto tal y como está.
Cuando lo terminas, te quedas con esa sensación de vacío, con ese ¿y ahora qué? que solo dejan los libros que te remueven por dentro.
Si tuviera que ponerle una pega —porque siempre hablo de lo bueno y de lo malo—, es que me he quedado con ganas de más. Pero quizá esa sea la mayor virtud de este libro: que te deja queriendo seguir pensando en él mucho después de cerrar la última página.
🔥 Lo que engancha
- La prosa limpia y precisa.
- El ambiente cerrado, opresivo y reflexivo.
- La relación entre Leara y Gerrin.
- La forma en que el libro mezcla filosofía, política y emoción sin perder ritmo.
🕯️ Lo que flojea
- Su brevedad: te deja con hambre de más mundo.
- No es para quien busque acción o magia espectacular.
💬 Conclusión
“Un grimdark íntimo, elegante y devastador. Ferran Varela demuestra que la oscuridad también puede escribirse con ternura.”
📚 Recomendación
Si buscas una historia breve pero profunda, donde la violencia sea moral más que física, este libro te va a marcar.
Si necesitas grandes batallas, aquí no las encontrarás.
Si, en cambio, te atrae el poder de una buena conversación y un entorno político opresivo… léelo.
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